18 jun 2010

Nuestra


El paisaje belga se ha desvanecido a alta velocidad, entre recuerdos que me ametrallan, sentimientos que me encogen y lágrimas que se asoman a los ojos. Y escribo sin saber qué escribir: tanto vivido, hablado, sentido también, y reído, y viajado, y cenado. Ni gastaré bytes −que no tinta− para perfilar el erasmus, ni ingeniaré metáforas para darlo a entender. Porque ha sido nuestra, es y lo será. Porque nadie más volverá a vivir en nuestra Bruselas. Nadie invadirá la octava, nadie acampará en kaf-kaf, ni convertirá la Cinematek en un circo improvisado, nadie filosofará en el Atelier, tampoco se cebará en Gofard 82, ni se declarará la guerra helada, ni cantará en un subterráneo feliz cumpleaños versionado por alguna Carrá francófona. Nadie lo hará como nosotros.

Ni el muro de Berlín volverá a caer a los veinte años, ni las solteronas españolas desearan cautivas nuestras piernotas en pleno invierno escocés. Vodka a trago seco, Love actually casero. Dúo de sex bomb. Uvas a menos dos. Tango a las diez, y jota a las doce. Y súbete al 25, y me bajo del 81, y cuélate en el 95, y duerme en el 71. Nuestra Bruselas, nuestro año. Ni jamás volverás a dejarte un pulmón para subirte al tren holandés ni te volverás a despertar al son de mi despertador polaco. Tú haz el check-in; al scout, pídele cruasanes; y yo, yo prometo no gritar de madrugada.

Qué va a ser de tu aspersor de alegría sinfín, para cuándo más buenos días rotundos vía móvil, quién me monologueará como tú, para cuándo te alistas al ejército. Tal vez no podré aprender del arte número siete sin vosotros dos, quizás ya no volveré a la biblioteca atraído por tu sonrisa. Me pregunto quién maldecirá a los belgas como tú con el cigarro en la boca o quién mirará el mundo con tu armonía navarra. Y quién me saludará con legañas y pijama rosa, quién me sorprenderá con un pollo a la piña, quién me llamará Caudillo. Qué va a ser de tus elogios al espresso y de las cumbres lingüísticas en la cocina. El tren avanza, las preguntas crecen. Y oigo alguna cosa. Mi radar se activa:

− Oye, mmm... ¡Qué maravilla! El pibe se ha puesto a recordar... pese a ser un random.
− Hey! Desafortunadamente... no será la última vez que os recordará. Putain de Belgique!

Y cuentan algo del cemento, y de la suite 88, y de las muffins prohibidas. Vuelve el sinsentido con sentido. Y os digo gracias por darle sentido y os suelto, como quien no quiere la cosa, un à tantôt!

3 comentarios:

  1. Si nuestros jovenes se vuelven más tolerantes, si se olvidan de las diferencias, fronteras y banderas, si aprenden a escuchar al otro antes de juzgarlo y si piensan que, con la comunicación, las distancias desaparecen, yo misma le iré a poner un cirio a San Erasmus....

    ResponderEliminar
  2. Està molt ben escrit. Sempre he estat fan dels texts amb dedicatòries individuals i després de veure la teva resposta individual en cada felicitació de Facebook reconec que no em sorprèn un text així. Algunes al·lusions són més divertides o més ben trobades que d'altres. A tothom li fa gràcia l'al·lusió pròpia però també m'he rigut molt i he trobat especialment ben observat el "e pregunto quién maldecirá a los belgas como tú con el cigarro en la boca o quién mirará el mundo con tu armonía navarra".

    Disfruta de Turquia

    ResponderEliminar
  3. Encuentro preciosa la despedida: desprende, como la vida, un humo melancólico que hace aún más espesa la experiencia de estos meses. Bruselas no será ya para nadie así, porque es vuestra Bruselas. Ni vosotros seréis ya nunca como érais, porque os habita una ciudad que es utopía. Así es todo: fundación de ciudades, de paisajes, de palabras que sólo tendrán ser en un sueño. Mucha suerte y, aunque no vuelve el mismo Ryan, bienvenido a casa.

    ResponderEliminar