El autor





22/04/10 13:31

"Mademoiselle Sanchez Bonmati, Votre demande (...)".

22/04/10 14:13
"Veuillez m'excuser, Monsieur Sanchez Bonmati, de vous avoir appelé 'Mademoiselle', c'est une simple distraction de ma part.. (…)".
No era la primera vez  que me convertía en una víctima colateral. Víctima de la tendencia francófona a que los nombres propios acabados por “a” sean de mujer. Me llamo Damià Sánchez Bonmatí (pero sí, firmo con la "s" abreviada). Nacido en Roses (Girona) en 1988, he lucido durante la mayor parte de mis estudios de Periodismo la  inconfundible carpeta de la Autònoma de Barcelona. De hecho, la sigo luciendo en Bélgica, donde hago mi Erasmus, pues la Université Libre de Bruxelles no incluye en el precio de la matrícula una carpeta supuestamente de regalo como hacen en Bellaterra. 

Aquí estoy inmunizado a los problemas de nombre. Me han llamado Damian, Damien, Damia, Dami, Adrián, Adán, Dam, Dadá... aunque, como quien no quiere la cosa, el nombre catalán Damià va cuajando, incluso entre “pibes” madrileños que cuentan “movidas” y que gastan “pavos”. Y ahora que mi lucha por mi nombre empieza a cesar, he decidido dedicar algún momento libre a recoger mi experiencia Erasmus. No sólo en Bruselas y Bélgica, sino también en los múltiples viajes de bajo coste. 

Vivo a 10 minutos en autobús del Parlamento Europeo, pero hablo de una Europa muy diferente. La de las personas, los viajes y los amores interestatales, la del tanti auguri y el nasdrovia, la del dilema entre el jamón de Jabugo y el de Parma. La Europa de los Erasmus, de Ryanair y del Learnig agreement. Hablo de la Europa de Ryan.


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