20 jun 2010

Polonia es la excepción

"Hace una hora el avión del gobierno con nuestro presidente ha caído mientras aterrizaba en Smolensk para el aniversario de Katyn. Todo el mundo ha muerto. Tragedia..."
08/04/2010 11:09

Me costó unos minutos asimilar el mensaje de texto que acababa de recibir: parecía una broma macabra. Me contarían desde Varsovia que el desastre significó un terremoto de máxima magnitud para el estado de ánimo del país y un auténtico mazazo que movilizó a la sociedad polaca y devastó sus instituciones. Y me dirían también que, después del luto de rigor, se pondrían a trabajar de nuevo. En silencio y para no perder todo lo conseguido.

Lo conseguido. Polonia ha logrado en sólo veinte años librarse de las cadenas del comunismo y escalar hasta llegar al club de las diez economías más fuertes de Europa y de las veinte del mundo. Y no sólo eso. El país ha sido capaz de ganarle el pulso a la recesión económica global.

Cada trimestre, la cúpula económica del Gobierno reúne a la prensa en la Bolsa, una institución situada en la parte nueva de Varsovia, para proyectar el mapa de Europa. Un mapa rojo, muy rojo, con una sola excepción de color verde: Polonia, que en 2009 zarandeó las previsiones del FMI y vio subir su PIB en 1,7%.

En un país donde la izquierda malvive llena de estigmas del periodo soviético, el gobierno liberal de Donald Tusk recibe sin parar elogios a su gestión económica. Se basa en un espíritu más cerrado que sus vecinos del Este, menos dependiente de las exportaciones y mucho más diversificada. "Polonia ha sido uno de los países más pobres de la UE, pese a su crecimiento constante desde hace años. Este efecto atrapaje aliado a su tamaño es una de las explicaciones de su tendencia actual", declaraba antes del accidente a Le Monde Rafal Kierzenkowski, que es polaco y economicista de la OCDE.

El milagro polaco también tiene fundamentos metálicos: el sloty. A la espera del aterrizaje del euro, la moneda polaca ha resistido a las réplicas de la crisis, sobre todo por una controlada política de depreciación. También han contribuido los fondos europeos recibidos desde su entrada a la Unión en 2004.

Se le suman dos retos a la vista: la presidencia de la UE en el segundo semestre de 2011 y la Eurocopa, junto a Ucrania en 2012, que ha impulsado la renovación de uno de los puntos débiles del país, las infraestructuras.

Trayectos eternos en tren y carreteras de segunda. Al llegar al aeropuerto Chopin de Varsovia, hijo pródigo del país, el visitante entra en una terminal gris y decadente, pero de golpe llega a un edificio reluciente y moderno. Es la lucha de un país que exige avanzar. Un país con una nueva generación que lidera las encuestas de sentimiento europeo y que se enfrenta a diario a los dilemas surgidos por su pasado y también por su presente eminentemente católico. Se le añade una grave crisis de fecundidad, que ha caído hasta los 1,3 hijos por mujer, y los casi dos millones de emigrantes que generó el país al entrar en la Unión, principalmente hacia los países escandinavos y las Islas Británicas.

Hoy, el país de la izquierda residual, busca jefe de estado entre la derecha abierta y la derecha cerrada. El palacio presidencial, en el elegante casco antiguo de Varsovia, espera inquilino. Una ciudad, Varsovia, observada por el Palacio de la Ciencia y la Cultura, símbolo del comunismo y el estalinismo, pero a quien le rodean futuros rascacielos de negocios aún en construcción. Por ejemplo, el centro comercial Zlote Tarasy, novísmo, con 250 tiendas y abierto siete días sobre siete. Parece que Polonia quiere hacer sombra al comunismo con el capitalismo. Hoy volverá a hablar. 

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